miércoles, 17 de junio de 2009

EXPANSIÓN TURCA


La primera expansión turca. De estos pueblos, los de las estepas eran pastores; los que tenían su hábitat en los bosques eran cazadores y en gran parte salvajes. No habían evolucionado desde la más remota Antigüedad. En el s. V, un conjunto de tribus t., los hunos (v.), formaron la gran ola de invasión de la cual surgió el imperio de Atila. Hacia el 550, los t. fueron aliados de los reyes manchúes de Oé, uno de los reinos bárbaros dentro del territorio chino. Esta alianza permitió a los t. dominar un inmenso territorio, desde las fronteras de Manchuria hasta cerca del mar Caspio. Poco después (560), los persas Sasánidas (v.) buscaron la colaboración con estos pueblos del norte. Sin embargo, esta amistad duró poco, y en el 597 los t. se apoderaron de Bactriana.
Su rápida expansión quedó neutralizada en el s. VII por su división en orientales y occidentales. Mientras los primeros lucharon contra el Imperio chino partiendo de sus bases en Mongolia, los occidentales, centrados en el Turquestán, continuaron su hostilidad contra los Sasánidas y, desaparecidos éstos, vivieron en crónica guerra con los musulmanes, dueños entonces del antiguo Imperio persa. Durante este periodo, las tribus turcas hasta entonces chamanistas y nómadas recibieron una corriente civilizadora a través de las rutas de caravanas de China central con influencias budistas, cristiano-nestorianas, maniqueas e islámicas. Un grupo de pueblos t. llamados viguros, establecidos en el valle del Tarin y convertidos al budismo chino y al nestorianismo, extendieron su dominación hacia el norte, introduciendo en las estepas de Siberia la civilización agrícola y el nestorianismo. Pero esta penetración vigur fue detenida en el s. IX por los salvajes kirguises, que ocuparon el país.
Ávaros, cázaros y pechenegos. Al mismo tronco racial que los t., y, por tanto, considerados como tales, pertenecen también los ávaros, cázaros y pechenegos. Los primeros habían sucedido en Europa a los hunos. Tuvieron relaciones con los lombardos y Carlomagno, hasta que fueron destruidos por éste y por los eslavos. A mediados del s. VII, los cázaros se extendieron por el sur de Rusia, desalojando a los bizantinos de las costas del norte del mar Negro. A pesar de ello, se aliaron algunas veces con Bizancio contra los musulmanes, que les impedían la expansión a través del Cáucaso hacia Armenia. Los primeros califas de Bagdad los expulsaron de estas comarcas; así comenzó su decadencia a manos de los musulmanes del sur y los pechenegos del norte. Los cázaros englobaban varios elementos raciales. Esto y !as influencias culturales recibidas permitió la diversidad de religiones, incluido el judaísmo, en sus componentes y, en consecuencia, se desarrolló entre ellos un fuerte espíritu de tolerancia. Entre el 851 y el 863 predominó la religión judía, pero a partir del 954 se impuso el islamismo.

Los pechenegos, procedentes como sus hermanos de raza de las estepas de Asia Central, a mediados del s. IX atravesaron el Don y cayeron sobre los magiares, a quienes obligaron a marchar hacia occidente. Más adelante, los búlgaros utilizaron a los pechenegos contra los magiares, a los que desplazaron de nuevo, obligándoles a situarse en su asiento definitivo: Hungría. Asimismo, los bizantinos les lanzaron luego, a su vez, contra los búlgaros y los cázaros. Esta alianza con Bizancio les permitió extender sus dominios hasta el Danubio, donde permanecieron hasta que nuevas oleadas asiáticas pusieron fin a su historia.

Los turcos y el califato de Bagdad. A mediados del s. X se produjo una emigración general de los t. asiáticos hacia occidente, a consecuencia de la reacción del Imperio chino de los Song. Una de las ramas t., la de los guzos, instalados en las orillas del mar- de Aral y el valle del Syr-Daria, presionados por los restantes grupos de su raza, se establecieron, dirigidos por la familia de los Selyucíes (v.), en Transoxiana, donde se convirtieron al islamismo. Desde allí emprendieron sus primeras correrías por el Irán en los últimos años del s. X, favorecidos por la gran debilidad del califato abbasí.

Hacia 1050 esto t. selyucíes, que habían tomado el nombre de la familia gobernante, ocupaban el Irán occidental. En 1055, llamados por el califa de Bagdad, que necesitaba su ayuda, entraron en la capital del Islam. El califa nombró a su jefe, Togul-beg, vicario temporal, con el título de «rey de Occidente y Oriente», dándole por misión la guardia de la ortodoxia islámica. Esto fue funesto para la civilización musulmana, pues caído en manos de un pueblo bárbaro, apenas salido del nomadismo, el Islam perdió en menos de 50 años una cultura extraordinaria basada en la antigüedad greco-oriental, ya que los t. convirtieron en sistema su intolerancia religiosa.

En 1086 los selyucíes, al apoderarse de Siria, perteneciente entonces a Constantinopla, la dividieron en feudos. Así comenzó la decadencia de las grandes urbes sirias, que desde hacía 3.000 años eran centros económicos internacionales. Los t. emprendieron una política anticristiana en los Santos Lugares, produciéndose algunos alborotos en Jerusalén contra los peregrinos. Tales hechos fueron la chispa que originó las Cruzadas (v.). A fines del s. XI toda el Asia anterior permanecía bajo el dominio de los t. selyucíes, cuyo Imperio se extendía desde el Mediterráneo hasta el mar de Aral y el Punjab.

Caracteres deI Imperio turco. La sustitución del poder abbasí por el t. en Asia recuerda mucho las invasiones germánicas del antiguo Imperio romano. En efecto, los t. se adueñaron del poder temporal del Imperio de Bagdad y, así como los germanos cristianizados reconocieron el poder papal, los t. islamizados admitieron la autoridad religiosa del califa. En Asia, como en el occidente de Europa, los antiguos Imperios políticos, transformados ahora en Estados feudales, constituyeron federaciones agrupadas en torno a metrópolis religiosas. Los germanos, en el Imperio, se habían romanizado; de la misma manera, los t., en las antiguas provincias persas, se iranizaron; pero igual que los germanos terminaron por barbarizar a Roma, los selyucíes hundieron al Irán en la barbarie. Otro tanto sucedió en Siria. Allí los t., agrupados en los reinos de Damasco y Alepo, se islamizaron; sin embargo, la barbarización del territorio fue menos profunda a causa de la importancia de las ciudades sirias, que continuaron como islotes de cultura en medio del feudalismo turco. Por el contrario, en Anatolia, arrebatada a Bizancio, donde los selyucíes se instalaron alrededor de Konya, transformada en capital nacional, conservaron sus costumbres propias. De esta manera, Asia Menor (V. ASIA MENOR II), una de las regiones más civilizadas del mundo, quedó sumida en pocos años en la barbarie, perdiéndose la anterior cultura helenística.

Aparición de los otornanos. El inmenso Imperio t. perdió pronto su unidad, y a la muerte de Maliksha (1092) el Estado se fragmentó en medio de crueles luchas de familia, La situación cambió a consecuencia de la aparición de nuevas hordas t.: los otomanos u osmanlíes. Se trataba de turcomanos, rama de los t. procedentes del Jurasan, que habían sido expulsados de allí por los mongoles (v.). Hacia 1224 se instalaron en Armenia dirigidos por el caudillo Suleiman, y uno de sus hijos, Ertogrul, se puso al servicio de los selyticíes del Asia Menor, cuyo. sultán le confió la defensa de la provincia de Angora. En esos momentos, los otomanos no constituían un Estado, sino un clan militar con deseos expansivos que les impulsaron a la conquista del Imperio bizantino, en busca de botín y aventuras, reforzados por voluntarios a quienes la codicia atraía desde las más remotas regiones de Asia. En efecto, el rey Osmán (1288-1326), considerado por los t. como el fundador de su nación y del cual tomaron el nombre de osmanlíes (otomanos para los europeos), se hizo independiente en su provincia y extendió considerablemente sus territorios a costa de los griegos. Le sucedió su hijo Orján (1326-60). Durante su caudillaje, los ciudadanos bizantinos de Brusa, Nicea y Nicomedia fueron atacados. Brusa se rindió en 1326, y después Nicea; Nicomedia fue tomada en 1338. Ocupadas las ciudades griegas, el victorioso jefe se volvió hacia el Asia Menor y se apoderó de Anatolia. El Estado otomano quedaba fundado, orientándose hacia los Balcanes. La descomposición política del Imperio bizantino facilitó la tarea (V. BIZANCIO I).

Los turcos en Europa. Muerto Orján, le sucedió su hijo Murat I (1359-89), el típico conquistador iletrado, que concluyó definitivamente la conquista de Asia Menor con la toma de Angora e inició la expansión por Europa, apoderándose de Adrianópolis, donde situó la capital. Pero en los Balcanes (V. BALCANES II), la heroica resistencia de los búlgaros y servios le impidió lanzar sus fuerzas contra Constantinopla. Í En esos momentos, otra potencia turco-mongola se constituía en el centro de Asia y, dirigida por Tamerlán (v.), amenazaba a los otomanos en Anatolia. Aunque el ataque a Constantinoplase retrasase, el Imperio griego, cercado por los t. y reducido a las únicas ciudades de la capital y Salónica, agonizaba.

Al sucesor de Murat, Bayaceto I (1389-1402), a diferencia del jefe de hordas que fue su padre, hay que considerarle como un Emperador que al odio al cristianismo unía el gran designio de reconstruir, en provecho suyo, el antiguo Imperio romano e incorporarlo al Islam. El avance por Europa continuó; Servia, Bosnia, Albania y Rumania tuvieron que rendirle vasallaje. Ante el peligro que esta progresión significaba para la Europa cristiana, un ejército de cruzados dirigidos por Segismundo de Hungría y del que formaban parte numerosos príncipes de Francia y Alemania intentó frenar a Bayaceto; pero éste les venció en Nicópolis (1396). Toda Grecia (V. GRECIA V) cayó después en su poder, y el sultán se dispuso a sitiar a Constantinopla. Una vez más, la ciudad fue salvada por circunstancias exteriores. Efectivamente, mientras tenían lugar estos hechos, las tropas del caudillo mongol Tamerlán alcanzaban los límites del Imperio otomano, invadiéndolo. Al recibir tan alarmantes noticias, Bayaceto abandonó el sitio de Constantinopla para contener al invasor. El ejército t. fue destrozado en Angora (1402). Brusa fue tomada y arrasada, y toda el Asia Menor tuvo que soportar los saqueos de los guerreros mongoles.

La caída de Constantinopia. Los hijos de Bayaceto se repartieron los dominios de su padre luchando ferozmente entre sí. Al fin, Mahomet I (1413-21) rehizo la unidad del Imperio e inició de nuevo la expansión. Su hijo Amurates II (1421-44) reanudó las expediciones por Europa, aunque fue detenido por las tropas húngaras en Belgrado y NiI, mientras que los albaneses comenzaban, dirigidos por Castriota, una heroica guerra de resistencia que duró 25 años. Amurates abdicó en su hijo Mahomet II (145181), quien terminó con la resistencia de Constantinopla. Después del sitio y de un pesado bombardeo de artillería, el 6 abr. 1453 la ciudad fue tomada al asalto. A pesar de que el sultán era un hombre culto y amante de las artes permitió a sus soldados el saqueo de la capital; Santa Sofía, el más hermoso templo de la cristiandad, fue convertido en mezquita. A partir de ese momento, la historia del pueblo t. se confunde con la de Turquía (v. TURQUíA IV) y su Imperio.

Turcos y mongoles. No todos los pueblos t. de Asia participaron en el Imperio selyticí o en el otomano. Hubo varias tribus que se integraron en el Imerio mongol. Así, el ejército de Gengis-Khan (v.) estuvo en gran parte compuesto de elementos t. sometidos, y cuando el Estado mongol se descompuso, las características t. predominaron sobre las mongolas. Concretamente Tamerlán, el caudillo mongol que dos siglos después de Gengis-Khan renovó las hazañas de éste, era en realidad un t. que hablaba turco. Igualmente, un descendiente suyo, Baber, fundador a finales del s. XVI del Imperio conocido con el nombre de «Gran Mongol», que abarcaba casi toda la India, era también un turco que ignoraba el mongol y que sólo hablaba turco-persa. Por último, los khanatos tártaros de Rusia, en contra de lo que se afirma, tampoco esfaban compuestos por elementos mongoles, sino por turcos (Y. TÁRTAROS).

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