miércoles, 17 de junio de 2009

SALADINO Y LOS MAMELUCOS

Saladino.—Los Mamelucos. El imperio de los turcos seldjucidas acababa de repartirse entre muchas dinastías y soberanías particulares; los atabekes del Irak y muchos pequeños príncipes tuteos dominaban en la Siria y las comarcas vecinas; los F'limites del Egipto eran dueños de Jerusalen y de una parte de la Palestina, cuan Jo la manía de las cruzadas, hizo de esta parte del Oriente un teatro de horror y carnicería. Se vio allí durante dos siglos luchar el Asia contra la Europa, y las naciones cristianas hacer esfuerzos estraordinarios para mantener la conquista de la Palestina y de los países vecinos contra los poderosos mahometanos. Se levantó por fin entre los musulmanes un hombre de genio superior que se hizo temible á los cristianos de Oriente por sus conquistas, y que les hizo perder el fruto de sus-numerosas victorias. Este conquistador fue el famoso Saladin ó Selahedd n, hijo de Nod- gemeddin-Ayub, y fundador de U dinastía de los Ayubitas. El atabek Nureddin, hijo de OmaddoddimZenghi, le había enviado á Egipto en socorro del califa Fatimita contra los francos ó cruzados del Oxídente. Allí fue declarado visir y general de los ejércitos del califa, y afirmo tan bien su poder en este pais, que á la autoridad del califa Fatimita, hizo sustituir la del califa Abbasida, concluyendo por hacerse proclamar sullan á la muerte de Nureddin, de quien había tomado la cualidad de lugarteniente. 
Dueño del Egipto, subyugó después los estados de Nureddin en la Siria; y después de haber estendido sus conquistas en esta provincia, asi como en la Mesopotamia, Asiría, Armenia y Arabia, fue á atacar á los cristianos de la Palestina, que tenia como encerrados entre sus estados. Aquellos príncipes que constituían muchas soberanías, divididos por los odios y entregados á los desórdenes de la anarquía, sucumbieron bajo el valor del héroe musulmán. La batalla que se dio junto á Millin, á poca distancia de Tiberiades, fue decisiva. Los cristianos esperimentaron allí una completa derrota; y el mismo Guy de Lusignan, último rey de Je- rusalen, príncipe débil y sin talentos, cavó en poder de los vencedores. Todas las ciudades de la Palestina abrieren entonces sus puertas á Saladino, ó fueron forzadas espada en mano. Jerusalen so rindió después de catorce dias de sitio. Esta derrota reanimó el celo religioso de las potencias de Occidente, y se vio á los principales soberanos de Europa conducir ejércitos innumerables en socorro de la Tierra Santa; pero los talentos y la bravura de Saladino hicieron todos sus esfuerzos impotentes, y solo después de un cerco mortífero de tres años, consiguieron tomar la ciudad de Ptolemaida y retrasar todavía por algún tiempo la ruina total de los cristianos en Oriente. (4193). A la muerte de Saladino, cuyo heroísmo ensalzan lo mismo los autores cristianos que los mahometanos, su imperio fue dividido entre sus hijos. Muchos gefes que se hallaban bajo su dependencia, conocidos con el nombre de Ai/u/ritcs, reinaron después en Egipto, en Siria, Armenia y en Yemen, ó Arabia Feliz. Haciéndose mutuamente la guerra estos príncipes, no consiguieron mas que destruirse los unos á los otros. Sus estados cayeron bajo la dominación de los mamelucos en el decimotercio siglo. Eran los mamelucos jóvenes esclavos turcos y kumanes, que los mercaderes, tomándolos de los mongoles, trajeron á Egipto durante el reinado del sultán Salek, de la dinastía de los Ayubitas. Este príncipe.compró un gran número y les hizo adiestrar en el ejercicio de las armas en una ciudad marítima del Egipto. Les sacó de esta escuela para confiarles la guarda de su persona y los primeros cargos del Estado. Sus esclavos llegaron á ser tan numerosos y poderosos, que concluyeron por apoderarse del gobierno, después de haber asesinado al sultán Turan Schah, hijo y sucesor de Salek, el cual habia intentado romper sus cadenas para recobrar la autoridad que le habían usurpado. Esta revolución (1250) acaeció á la viste de San Luis, que habiepdo sido hecho prisionero en la batalla áa Ala usura, acababa de firmar una tregua de diez años con el mismo saltan. El mameluco Ibegh, nombrado al pronto regente ó ata- bek (4254), fue proclamado sultán de Egipto. La dominación de los mamelucos sostuvo en Egipto durante el espacio de doscientos sesenta y tres años. Sus cuerpos, constantemente reforzados por esclavos turcos ó circasianos, disponían á su capricho del trono de Egipto, que caia en poder comunmente del mas audaz de aquella tropa, aunque fuese originario del Tuikestan. Aun cuando estos mamelucos tenían romo señor al mongol de Tchin- ghiskan, le arrebataron (1260) los reinos de Damasco y de Alepo en Sirfa, de tjue habian sido despojados los principes Ayubitas. Todos los príncipes de esta última dinastía, los de Siria y del Yemen, tomaron entonces el partido de colocarse bajo la obediencia de los mamelucos. No les quedaba por reducir, para ser dueños de toda la Siria, mas que las ciudades ó los países de que todavía se hallaban en posesión los francos ó cristianos occidentales. Atacaron desde luego el principado de Antioquía, y le conquistaron (1268). Desde allí se arrojaron sobre el condado de Trípoli, cuya capital tomaron por asalto (1289) La ciudad de Ptolemaida tuvo la misma suerte: fue tomada á viva fuerza, después de un sitio rudo y mortífero. Tiro se rindió por capitulación, y los francos fueron completamente arrojados de la Siria y del Oriente (1294).

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