miércoles, 17 de junio de 2009

DECADENCIA DE LOS OTOMANOS

Decadencia De Los Otomanos. Comenzó la decadencia del imperio otomano a la muerte de Solimán el Grande (1S66). Los sultanes sucesores suyos, entregándose a la molicie, encerrados en su serrallo y en su harem, abandonaron a los grandes visires el gobierno del imperio y el mando de los ejércitos. Los hijos de estos sultanes, educados por mujeres y eunucos, alejados de las tropas y de loa negocios, contrajeron desde la primera edad todos los vicios de sus padres, y no llevaron al trono aquel espíritu y aquella audacia militares que eran el alma del gobierno y la base de todas las instituciones de los otomanos.
Esto es lo que hizo Selim II, hijo de Solimán, que fue el primero en dar tan funesto ejemplo á sus sucesores (1670). En su tiempo, los turcos arrebataron á los venecianos la isla de Chipre, y conservaron esta conquista á pesar del terrible descalabro que sufrieron en Lepanto, que produjo la ruina de su marina (4671).
Los sucesores de Selim 11, Amurates III, Mahomet III y Ach- met I, ocupados únicamente de sus placeres, no pensaron en nuevas conquistas; Mahomet III hizo degollar y arrojar al mar á sus diez y nueve hermanos, y abandonó la dirección de los negocios á su gran visir, Ibrahim Pacha.
Los turcos no se amalgamaron nunca con los habitantes originarios de los paises que conquistaron, y quedaron extraños al perfeccionamiento del arte militar, asi como a los progresos de la civilización europea. Su lengua es una mezcla de palabras árabes, persas y zágataj: su estritura no es la misma para todas las clases de la sociedad; el hombre del pueblo, el negociante, el sabio, el hombre de ley, emplean cada uno caracteres diferentes; no tienen mas que diez y siete signos para expresar sus treinta y tres consonantes, y ninguno para las vocales; cada provincia tiene desde entonces su dialecto particular. De aquí resulta una gran dificultad para aprender su lengua; también su literatura es casi enteramente desconocida a los europeos.

El pacífico emperador Achmet pereció a la edad de veinte y siete años, víctima de su incontinencia (1616). Su hermano Mustafá, fue destronado bajo pretexto de imbecilidad (1617); Osman, hijo de Achmet, fue estrangulado (1622), porque quería someter su ejército á una severa disciplina. Amurates IV, último gran capitán de la di
nastía otomana, contuvo á los genízaros en la obediencia, y se apoderó de la ciudad de .Bagdad; el uso inmoderado del vino abrevió sus días (1640). Su hermano Ibrahim fue estrangulado £or sus guardias el año en que se terminó la guerra de los treinta años, guerra de que la Puerta Otomana no habia de sacar ninguna ventaja (1648).
El sultán Mahomet IV temia menos á los enemigos esteriores que á los genízaros, que habían degollado tres de sus predecesores. Solo principalmente para debilitar á este cuerpo, hizo la guerra á los venecianos y al emperador Leopoldo I. Su gran visir Mehemed Kiuperli penetró en Hungría y avanzó hasta la ciudad de San Go- tardo, en las orillas de la .Raab; allí encontró al famoso Montecú- culi, cuyo ejército acababa de ser reforzado por un cuerpo auxiliar de franceses. Le presentó batalla y fue enteramente deshecho. Desanimada por este revés, la Puerta Otomana se apresuró á concluir la paz y cedió al emperador las plazas de Szyathmar, Ne- methi, Neitra y Gutta (4664).
Mahomet obtuvo mas resultado de la guerra que hizo á los venecianos. Los turcos mostraron en el sitio de Candía aquel valor que siempre les habia hecho tan temibles, y que no le faltaba mas que ser bien dirigido para ejecutar grandes cosas. Desplegaron todos los recursos del arte en el ataque de aquella plaza importante, la redujeron á un montón de cenizas (1669), y se apoderaron de ella por fin, después de haber sacrificado en aquella demanda doscientos mil hombres.
En el último año del décimo séptimo siglo, se verificó, por fin, la reconciliación do la corte de Viena con la Puerta Otomana. La guerra entre estas potencias habia durado diez y seis años, bajo cuatro príncipes distintos. Mahomet IV la comenzó en 1683; vencido sucesivamente delante de Viena, en Grau y en Mahacz, fue depuesto por los genízaros; bajo el reinado de Solimán III (1687), su hermano, los osmanlis resistieron con ventaja á las armas de los cristianos, pero las tropas de Achmet II fueron derrotadas cerca de Salankmen, en la embocadura del Theiss (1691)¡ y Mustafá II perdió la batalla de Zentha (1697). El príncipe Eugenio de Saboya perseguía á los turcos sin descanso por el límite de la Hungría, mientras Francisco Morosini hacia la conquista de la Morea en nombre de la república de Venecia, lo que le valia el sobrenombre de Peloponesiano. Después de una larga negociación, entablada é interrumpida mas de una vez en el espacio de once años, la paz fue firmada en Carlo- witz, en Esclavonia. Todo el Peloponeso, la isla de Egina cerca de Atenas, y algunas ciudades marítimas quedaron entre las manos de los venecianos; el principado de Transilvanía, la ciudad de Ofen, antigua capital de la Hungría, las islas del Theiss y del Marosch, y muchas plazas fronterizas fueron cedidas á la casa de Austria, y los húngaros descontentos se persuadieron por último que no podían esperar mas socorros déla Puerta Otomana.

Aclimet III sucedió en el trono de Constantinopla á su hermano Mustafá II (1708), que los genízaros depusieron para satisfacer el odio del p leblo contra un favorito todopoderoso.
No pensaba Achmet, príncipe de un carácter pacífico, mas que en buscar los medios de hacer menos temibles los genízaros, y do restablecer la hacienda de su imperio, cuando el embajador del rey de Suecia, Carlos XII, el conde Poniatowski, cuyo hijo subió á poco al trono de Polonia, determinó por sus intrigas al diván á hostilizar la Rusia. Esta guerra estuvo á punto de ser funesta al czar Pedro. Habiendo avanzado hasta el Pruth, -fió cercado repentinamente su campamento por un ejército de doscientos cincuenta rail hombres, y amenazado por una artillería numerosa y bien servida. Reducido á la necesidad de negociar con el enemigo, no obtuvo la paz mas que á condición de no volverse á mezclar en los negocios do la Crimea y de la Polonia (1718), de no construir ninguna fortaleza en las fronteras de los dos estados, y de demoler las fortificaciones de Bogorodetzkoy, deTaganrok y de Azow, asi como otras muchas pequeñas ciudades de las situadas en la proximidad del mar de Za- bache.
Poco tiempo después de la paz firmada á las orillas del Prutli entre la Rusia y la Puerta Otomana, el sultán Achmet III atacó á los venecianos en la Morea. Carlos VI, en virtud de sus tratados con l:i república de Venecia, la suministró socorros (1716), y el príncipe Eugenio batió á los turcos en Peterwaradein y en Bellegarde. Estas victorias costaron al Austria mucha gente, pero desanimaron de tal modo á los osm-mlis, que el comandante-de Bellegarde capituló á la primera intimación, aunque tenia á sus órdenes una guarnición da veinte mil hombres. La Inglaterra y la Holanda se presentaron como mediadoras entre las potencias beligerantes, y negociaron la paz de Pasarowitz, que debia durar veinte y cuatro años lunares (1718). El emperador conservó á Bellegarde y el bannato de Temeswar; exigió para sus antiguos y nuevos subditos el permisodecomerciar en todos los puertos del mar Negro y del Danubio. Los venecianos perdieron la Morea, recibiendo en compensación muchas plazas fronterizas en la Dalmacia.
Algunos años mas tarde, Achmet tomó parte en la guerra que se suscitó entre el sultán Ashraf, usurpador del trono persa, y Shad Thamas, hijo del sofí Hussein, último soberano legítimo de la Per- sia (1728). Un joven pastor del Candahar, que se había hecho famoso por sus hazañas militares, acaudillaba los ejércitos de Shad Thamas, y se hacia llamar Thamas Kuli-Khan, ó esclavo de Thamas. Consiguió muchas victorias sobre Ashraf y sobre sus aliados los os- manlis; en seguida, creyendo que el sofí no recompensaba bastante

870 HISTORIAS DE TODOS I.OS PAÍSES.
espléndidamente soa servicios, se rebeló contra él, le degolló y se hizo proclamar rey con el nombre de Shad Nadir (\ 735).
Los reveses que el ejército otomano habia esperimentado en Per- «la, provocaron una sublevación en Constantiñopla. Tres genízaros, Kalil, Moslú y Alí enarbolaron el estandarte de la rebelión delante de la mezquita del sultán Bayaceto, antes de que fuese instruido de ello el gran visir Ibrahim, armenio renegado, que poseia toda la confianza de su señor. La corte se hallaba entonces en Scutari, ocupada en preparativos de guerra contra la Persia; el sultán Acbmet volvió apresuradamente á Constantinopla y ofreció el perdón á los autores del motín, á condición de que depusieran las armas, pero sin tomar ninguna medWa que les atemorizarse. En vano el gran visir le aconsejaba obrar con rigor; Achmet se turbó y descuidó proveer á su seguridad. Dueños los rebeldes del arsenal, de una parte de la ciudad y de las avenidas del palacio, pidieron y obtuvieron la cabeza del gran visir y de otros dos ministros.
Ibrahim recibió la muerte sin dirigir las oraciones al Profeta como acostumbraban los musulmanes: «¿Porqué me he de tomar esa pena, dijo, cuando no tengo mas que un minuto de vida?» Nadie se presentó para defender á Achmet, y los rebeldes encargaron al imán de la gran mezquita entrar en palacio y declarar á los grandes del imperio, que alli estaban reunidos, que el pueblo pedia otro soberano (4730). Habiendo cumplido el imán su comisión en presencia del sultán, sin que ninguno de los asistentes profiriese una palabra, se volvió hacia Achmet y le dijo. «Tu reinado haconcluido; tus vasallos no quieren obedecerte mas.—¿Porqué no me lo dijisteis antes?» respondió Ac.hmet con calma. En seguida se levantó, se dirigió hacia el aposento donde el sultán Mahmud, hijo de su hermano destronado, se hallaba encerrado hacia veinte y siete años, condujo á aque\principe al trono, le proclamó empedrador, y le dirigió estas palabras: «Tu padre, Mustafa, perdió el imperio por haber seguido ciegamente los consejos del mufti Feiz Ullab, yo esperimento la misma desgracia por haberme fiado mucho del visir Ibrallim. Sé mas sabio, vigila la conducta de tus servidores, y que tu reinado sea feliz.» Achmet se retiró a los aposentos que Mahmud acababa de dejar, y vivió alli todavía seis años.
Inmediatamente todos los grandes del imperio, prosternados delante de Mahmud, besaron el eslremo de sus vestidos. Al siguiente día apareció en público cerca de la puerta de la Fortuna sentado sobre el trono de Solimán el Grande; dio el presente acostumbrado á ochenta mil hombres de infantería y veinte mil spahis. Luego que el orden estuvo restablecido en Constantinopla, Mahmud 1 resolvió deshacerse de los gefes del motin á los que debía su elevación. Reunió el diváni bajo pretesto de una deliberación concerniente á los negocios de Persia, y llamó á él á los genízaros Kalil, Moslú y Alí; al
lúistno tiempo los guardias del emperador recibieron la orden de cercar el palacio y no dejar entrar en él ningún hombro armado. A la señal convenida, el agá ó comandante de Mustafá, se levantó gritando: «Perezcan los enemigos del Padisha.» A estas palabras los guardias penetraron en el salón, se precipitaron sobre Kalil, Moslú y Alí y los asesinaron. Seis mil partidarios suyos fueron degollados el mismo dia. Después de aquella sangrienta ejecución, Mahmud V hizo proclamar una amnistía general, distribuyó á los genízaros quinientas mil piastras, y dio al pueblo una fiesta espléndida. Asi se terminó la revolución que precipitó á Achmet III de su trono. Este príncipe se había hecho odioso y despreciable á sus vasallos por su insaciable avaricia, que le obligaba á cerrar los ojos sobre las estor- sipnes de los visires y pachas, para confiscaren seguida sus riquezas injustamente adquiridas.

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